Servando Echeverría: EOLO Y OTROS DIOSES

No me llevó muy bien con el viento, no me agrada, y las más de las veces me complica; el viento puede ser calmo, suave o fortísimo, es inevitable, por tanto debemos aprender a integrarlo a nuestra vida. Tiene vida propia, se mueve a distintas velocidades, cambia de dirección sin previo aviso, levanta polvo, se retira cuando él cree que debe hacerlo; imposible dominarlo y vuelve cuando quiere volver sin anunciar su nueva visita. Es así, él va y viene, suave o violento, siempre está entre nosotros. Eolo, dios del viento entre los antiguos griegos, tiene el poder de las tempestades, turbonadas, brisas agradables o la calma más absoluta. Un dios eterno, imperecedero que acompaña desde antes que el hombre fuera hombre. No tiene una figura material visible aunque cuando se enfurece nos muestra su ira y castiga. Cuando el cielo comienza a nublarse, el día se vuelve gris, las ráfagas de Eolo se inician revoloteando hojas, levantando polvo y cada vez se hace más intenso. Sin que nadie lo provoque comienza a soplar más fuerte y cada vez más y más; sin motivos se enoja y lanza toda su ira sobre nosotros. La turbonada ha llegado. Golpea las puertas y las ventanas como queriendo entrar a las viviendas; imposible dejarlo pasar, es destructivo. Se empecina en ingresar porque tiene ansias de hacer volar todo que haya dentro, esa es su tarea cuando se enfurece. Los árboles se hamacan inclinándose peligrosamente, sus raíces se aferran al suelo sujetando el tronco, las ramas enloquecidas se golpean unas con otras, los pájaros se acurrucan en sus nidos, Eolo sigue soplando con toda su furia; las hojas caen al suelo junto a algunas ramas. Los árboles se desnudan sometidos al viento y al frío, quejándose mediante un zumbido que provoca el aire atravesando su ramaje. Y sigue golpeando ventanas y puertas queriendo ingresar al hogar. Cuando llega a su mayor intensidad muestra su rostro de nubarrones negros con cachetes hinchados soplando cornetas de aire que bajan del cielo hasta la tierra. A que responde tanta furia desatada sin motivo? Eolo, el viento, recibe órdenes de su superior que es el responsable de la turbonada, es el dios Zeus, dios de dioses del Olimpo griego, el supremo, por encima suyo nadie, es quien tiene la potestad de dirigir a otros dioses inferiores que no tienen otra alternativa que la obediencia. Zeus es el dios de todos los mares y la Tierra, maneja la fuerza, la luz y la oscuridad, en sus manos sostiene un rayo eléctrico símbolo de su poderío. Entonces cuando Zeus ordena a Eolo que sople, lo hace a discreción. Pero no solamente actúa el dios del viento; también Zeus le ordena a Helios, dios del Sol con su cabellera rubia oro se mueve en un carro tirado por caballos alados envueltos en una llamarada de fuego, que se oculta todos los días por el Oeste detrás de los Océanos envolviéndonos en la anoche, hasta que retorna al día siguiente por el Este y nos devuelve nuevamente la plena luz. Es el juego de los dioses mitológicos. Junto a Eolo, el viento, también actúa Thor, dios del trueno; son los atronadores rezongos del cielo, que retumban y estremeces, aturden nuestros oídos; nos atemorizan. Por qué son necesarios tantos truenos? ya es suficiente con el viento. Es la orden del dios Zeus que acelera la velocidad de las nubes haciéndolas chocar unas contra otras y de ahí el trueno, ese sonido que nos hace vibrar. Y tras el trueno del dios Thor, nos llega el rayo que sostiene Zeus en sus manos y lo libera hacia la tierra atravesando el cielo con forma de víbora luminosa. Como si la turbonada, los truenos y los rayos, fueran pocos, Zeus nos envía a Tlaloc, dios de la lluvia, que se precipita sobre nuestras cabezas, inunda los campos, desborda ríos y arroyos; pero también nos dá vida.. Por eso no soy muy amigo de Eolo; no tiene buen carácter y le vienen ataques de ira muy frecuentemente que además lo hace acompañado de otros dioses que nos dan temor. Finalmente todo pasa, la turbonada lentamente se desvanece y aparece el dios más amigo del hombre, Helios, dios sol, que nos ilumina, calienta, nos da energía y nuevamente los árboles se llenan de hojas, los pájaros nos regalan sus trinos, la naturaleza explota de colores, la vida recobra su esplendor. Pero confieso un secreto, el dios a quien más admiro y quiero es al dios BACO, el dios del vino.

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