Todos tenemos que morir..,.El que tiene y no tiene…
No somos oro ni campo que no mueren nunca…
JUAN JOSE MOROSOLI
En la estancia de San Gabriel cesaba la actividad al culminar otro día de ajetreo, la calma propia de entre dos luces inundaba el campo, la naturaleza se preparaba para otros sonidos y el inminente ingreso a la oscuridad.
En ese trance se encontraba el negro Urbano sentado en silla petiza, con las bombachas remangadas a media pierna y de alpargatas; a su lado el amigo Rulo que, a su edad, se permitía el lujo de visitarlo seguido, aunque sean días hábiles.
Tema va, tema viene que no son muchos pero sin querer -ni saber- empezaron a filosofar.
- Así que vino la gente? preguntaba Rulo refiriéndose a los patrones.
- Efectivo-
- Venden novillos?
- No, es por el asunto del panteón en Florida
Quienes tienen panteones propios, deben ocuparse de los mismos, limpiarlos, mantener las esculturas y, por supuestos, visitarlos en recuerdo de los que allí descansan. - Así que por el panteón…
- Y sí, hace fecha del tío fallecido, ¿recuerda?
- Recuerdo, del viejo que heredaron otro pedazo de campo-
- Colocan una placa de bronce que pesa como 10 kilos
El panteón de los patrones, los Ariastorga de los Puentes, data de los primeros años del siglo 20, construido en tres niveles, de mármol de Carrara, con figuras esculpidas por autor italiano, traído en barco hasta el puerto capitalino y de ahí en carretones hasta el cementerio. Lo bordea una reja de hierro forjado con el monograma de la familia, se levanta un prisma con símbolos religiosos y el nombre del antepasado destacándose el busto del fundador y primer ocupante. Culmina con tres ángeles y la imagen de una virgen. El busto impresiona por su perfección, su mirada dirigida hacia el Este -lugar de la estancia- y muestra una postura orgullosa, seguramente, por presidir la casa eterna familiar.
Bronce, mármol y hierro trabajado. Una verdadera obra de arte. - Y tanta placa pesada para recordar al viejo…- murmuró Rulo
- Y ya vé, el que tiene…tiene, y el que no…no tiene-
Urbano conocía el panteón de memoria ya que cada vez que moría uno de la familia, y habían muerto varios, tenía que acompañar. Siempre la misma ceremonia: cajón con manijas de bronce, rodeado de unas cuerdas tan gruesas que nunca entendió para que servirían, floreros brillantes de bronce, a él lo ubicaban en tercera fila con sombrero en la mano y mirando levemente al piso, debía estar atento por aquello no fallar al momento de la señal de la cruz. - Si habré ido a ese panteón!
- Y cómo es?
- Como la muerte: duro, frío y … muy caro
- Todos vamo pa´ahí
- No confunda, es pa´los patrones no más.
La ubicación del panteón no se eligió al azar, estaba en el primer sector, en la esquina de calles Alegría y Esperanza, punto de preferencia, con vecinos que también lucían obras de arte en mármol y granito, bustos, ángeles, vírgenes. Todos los de esta zona tenían una cosa en común: repletos de grandes placas de bronce que recordaban lo importante que había sido el difunto.
Los amigos seguían mateando, tranquilos, sin preocupaciones si en definitiva tenían el final a la vista y no había nada que arreglar para los que vendrían, porque nadie vendría. - La parió, bruto panteón entonces- dijo Rulo abriendo los ojos más de lo necesario.
Haciendo una interminable pausa agregó: - Tanta cosa para después de morir, en fin, cosa de ricos.
Urbano estaba sumido en vaya a saber en qué pensamientos, de pronto, dio el último sorbo al mate, mirando a Rulo dijo: - Usted sabe que no voy más al campo santo-
- Por qué dejó de ir?
- La última vez fui al panteón de los patrones y quise visitar el de Indalecio, ¿recuerda? aquel peón de Irigaray.
- Cómo no, el pardito que murió ahogado.
- Bueno, no encontré su sepultura. Lo habían enterrado en tierra al fondo del cementerio, le colocaron una cruz de madera con una chapita con su nombre.
- Y?
- Se ve que se pudrió la cruz y desapareció la sepultura con Indalecio adentro.
- Vió, tanta cosa pa´dispués de la muerte, total todos vamos a morir y no queda nada, nada, nada
- Mire Rulo, no está muy acertado Sabino cuando decía “no somos oro ni campo que no mueren nunca”, los que tienen mármol y bronce, están ahí en primera fila…parecería que nunca desaparecen…
- Y no andarán vivos por los cielos?
- Capaz, y con el busto eterno mirando pal campo…
- Usted y yo pa´abonar tierra.