Antonio Lissio: Juan, tengo jauría

Era cuestión de honor, acompañarlo en su viaje postrero, un amigo que se me escurría como el agua entre los dedos.

Infeliz de mí, fui mudo testigo de cómo las maderas de un árbol del diablo se volvieron caja, para apretado y, amordazado, llevarlo en viaje sin retorno.

Sin querer, mis ojos soltaron dos lagrimones, amargos, salados, o con no sé bien qué sabor, luego pude comprender, en ellas, el sabor de una despedida.

Y lloré por el que se ausentaba, y no sé, tal vez que lloré por mí, que me quedaba, y más nunca iba a tener el amigo, y se empeñaron los crueles en describir una partida que nadie había preguntado.

―Últimamente ―dijeron― estaba rebelde, le pegó a dos enfermeras, que querían asearlo, las miraba tal como a bestias que quisieran atacarlo.

Hoy, cuando en parte lo he vivido en carne propia, comprendo a Juan, claro que lo robaron, claro que eran bestias o, mejor dicho, seres humanos que no te dejan escapar con el orgullo intacto de sentirte hombre y poderoso como antaño lo fuiste.

Y te manosean como un muñeco hecho de trapos viejos, sin valor para nadie, una piltrafa.

Y te revolcás en la impotencia, querés huir y tus pasos se diluyen en dos piernas que ni te sujetan y en tu desigual lucha, el pensamiento ancestral de fiera acorralada queriendo asestar la última estocada con ansias de irte, tal y como hasta hoy has vivido.

Así es, Juan, en todo fuiste un adelantado, siempre mostrándole a tus amigos, el “¿Qué es el hombre?” de tu libro.

¡Cómo te comprendo! Te roban, y vos nada podés hacer, y ¿quién no se rebela, ante una impotencia atroz? Desesperadamente buscás la mirada amiga, que no está, por tu soberbia de haberte creído el rey del universo, y que jamás ibas a necesitar de mujer e hijos para partir en paz o ayudar a quedarte otro rato.

Hasta en eso fuiste para mí ejemplo. Ejemplo para lograr lo que vos no lograste.

Te cuento, amigo, que a punto estuve de defenderme cual fiera y sucumbir lo mismo, pero me salvó la jauría. Sí, Juan, esa jauría que tan despectivamente, el hombre menciona. Fueron perros cimarrones cerrando filas con este cimarrón viejo, en tales filas cerrada, que hicieron escapar las sombras

Y te pregunto: ¿Qué te parece mi jauría? Una pena Juan, que no hayas tenido la tuya…

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