Antonio Lissio: ¿Sueño?

Realmente que tengo mis dudas, ignoro si lo que ahora ven mis ojos es sueño o solo fue sueño lo de anoche. Veo así viento que sacude ramas tirando hojas y gorriones afanados en procurar alimentos y deseo que fuese esto realidad, aunque lo dudo.
Lo de anoche fue tan nítido, tan lógico y real, que, muy a mi pesar, sospecho que real fue lo de anoche.
No lo había escuchado, pero, con lujo de detalles me mostró el televisor el encuentro de líderes mundiales y pude que sea verdadero, vi a uno de ellos con tanto aire imperial que sospecho que haya sido el nuestro. ¡No! Todos se sinceraban —como dijeran los de antes—, hablaban “a calzón quitado”, y eso no es propio para estas gentes.
Un líder de rubio mechón sobre la frente, que me recordó al Pánfilo ganso, primo de Donald, se empeñaba en hacer entender a algún otro que para este mundo la economía era lo primordial.
Trató luego de ahorrar saliva —vaya que más adelante la necesitara— y dio entrada a su staff de asesores.
No recuerdo bien lo que todos dijeron, eran aburridos para mí, discursos de economía mundial, de los pasos a seguir luego de esto, que nos sería penoso, despertar cualquier día y ver que las reservas se habían ido…
—¡Qué triste! —dije para mis adentros—. Esta gente come dinero. En fin, creo que, después de todo, no fue un sueño y sí, terrible pesadilla. Un ratón de escritorio, de enormes gafas, se empeñó en hacer comprender que el problema radicaba en la edad avanzada de la población del mundo y que, para ello, las medidas deberían ser totales. —Óiganlo bien—: totales y al unísono tomadas por todos los países.
Me cayó la ficha, no lo soporté más; una silla partió en dos mi televisor, y desperté.
La sospecha del origen del virus que nos acosa se agrandaba en mí a pasos agigantados.
No podía ser, sería sueño, tal vez provocado por mi propia desconfianza, tan hijos de perra no podrían ser (si no, perdón a las perras).
Tiro al costado frazadas y me encamino a la cocina por un vaso de agua. Algo raro noté al pasar por el lugar donde vive el televisor. Créanmelo: una mano negra, por la noche lo había partido en dos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *