Gladys Barnetche: Después del amor

Antes el amor me vencía, me tenía atrapada como una mariposa en la luz, como un picaflor a la rosa. Todo era amor. Cada beso era como la miel de un panal, exhalaba tanta dulzura que empalagaba a los sentidos sin dejar ni un segundo a la realidad.

Me sentía perdida en un mar vertiginoso de oleadas de sentimientos, era su persona como el príncipe de los cuentos de hadas, tan bello, tan hermoso como un dios. O, tal vez mis ojos estaban ciegos y solo veían lo que querían ver. ¿Qué importaba? La felicidad más profunda bañaba mi cuerpo y mi alma y en sus brazos olvidaba todo aquello que me rodeaba. Mi mundo era su mundo, sentía sus caricias y él las mías.

Su piel y mi piel eran terciopelo, unidos por la magia de algo más allá de lo terrenal.

Me perdía en sus ojos, como hundida en el mar descubriendo tesoros ocultos.

Su boca se adhería a la mía y hurgaba, en el centro mismo de mi boca, el sabor más dulce que el néctar. ¡Ay! ¡Como el amor se adueñaba de mi ser hasta perder la cordura!

Éramos uno, un solo cuerpo, un solo corazón.

La metamorfosis de la crisálida y la mariposa. Lo amaba… ¿Me amaba?

Nunca me hice esa pregunta… Solo vivía para ese sentimiento que vibraba en mí como mil campanillas. Y él se entregaba a mí como yo a él. Pero… ¿era igual? ¿O era solo mi deseo y ceguera de un amor que me tenía entregada y atrapada como la presa de un ave rapaz?

Vivía la vida solo para ser feliz con ese ser que llenaba todos los espacios de mi cuerpo mente y corazón.

Caminaba por la calle junto a él sin importar quién cruzaba junto a nosotros o si él miraba hacia otro lado.

Las noches eran mágicas volando por mundos de mil colores, abrazando su cuerpo como si fuera mi nave espacial, elevándome por círculos celestiales plenos de esa satisfacción que me llenaba por completo.

No sé el tiempo transcurrido. En mi mundo no existían los días ni las noches… Solo él…

Pero el después llegó poco a poco… Fue tan extraño como el antes…

¿Cómo puede una descifrar ese cambio sutil, como una seda que se rasga sin ruido, lenta, inflexiblemente, rompiendo los esquemas que parecían grabados para siempre?

Y ahora, sin pausa, la mariposa vuela y deja el capullo; el picaflor busca otra flor, la miel se vuelve rancia y ácida, la mariposa nocturna se aleja de la luz, mi nave ya no me eleva, sino que más bien parece querer estrellarse, mis ojos se agrandan frente a la realidad y no me duele ¿Por qué?

¿Se fue mi amor o se fue el suyo?

Ya mi cuerpo no delira, ni mis labios encuentran dulzura, solo acíbar amargo como la hiel…

Después… Ese después que llegó antes del antes. El amor se convirtió en hielo, se congeló mi corazón. Así, como un alud cayendo por el peñasco. Mis ojos dejaron de ver el príncipe azul para solo ver al hombre que ni siquiera era agraciado. ¡Qué ciego puede ser el amor!

Bastó verlo ser el capullo de otra mariposa, el panal de otra colmena, otra reina que endulzaba sus labios…

¿Qué pasó por mí? Aún me lo preguntó. Quedé allí, mirándolos sin que me vieran. No sentí nada. Ni siquiera la ofensa de aquellos cuerpos siendo uno solo… Ya había pasado por eso…y solo pensé cómo pude estar tan ciega.

Qué sé yo. Antes y después. Ceguera y ver la luz… Así. De golpe… En silencio me retiré.

La ruptura fue fría como el hielo. Todo el fuego del volcán se apagó de golpe. Un amor que parecía eterno y solo fue una estrella fugaz. Vi la realidad tan cruda como un pedazo de carne sangrante (perdonando la expresión). Pero, al mismo tiempo, tuve una sensación de libertad, de volver a ser yo misma, no parte de otro ser.

Ya no vivía en el espacio exterior sino muy dentro de mí misma, independiente, más mujer que niña enamorada.

Y hoy ya miro al frente. ¿El amor? Quedó relegado, olvidado.

¿Hasta cuándo? Solo mi corazón lo dirá… Solo espero que sea más maduro la próxima vez, que el amor lo aprese en otra jaula y que esta no tenga cerrojo en la puerta.

Antes y después… ¿Cuál fue mejor?

No sabría decirlo. Las experiencias se viven, no se piensan…

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