Perdimos a papá muy pronto y las dos lo sufrimos desde nuestro lugar de hija y esposa. Creo que la pena nos unió a pesar de la distancia física.
Tú quedaste sola. Yo ya tenía hijos y mucho, mucho trabajo. Aun así, pude acompañarte a cumplir lo que deseabas, vender la casa, comprar un apartamento para siempre en Malvín. Todo eso lo hicimos juntas. Tu nuevo hogar quedó hermoso, segundo piso y con el frente hacia Avenida Italia. Soleado con terrazas al frente y fondo.
Pienso ahora que cumplimos con papá; él quería siempre lo mejor para ti.
Autonomía, independencia y buenos libros. Ese período de nuestras vidas fue el que más nos unió. Fuimos madre e hija. Tu carácter fuerte y forma de pensar nos alejaba en ocasiones, pero finalmente volvíamos a pensar juntas y decidir.
Después de años aceptaste vivir en casa y mudarte a Florida. Una bisabuela feliz.
“Voy a morir en familia” decías, y así pasó, después de cinco años y cuando ya te acercabas a los cien años.
Ahora papá y tú están juntos para siempre, muy cerca de mí.