Despertó sobresaltada, su corazón latía alocadamente y un sudor helado bañaba su cuerpo.
Las sombras de su habitación se volvían amenazadoras ante sus ojos despavoridos, hurgando en la oscuridad, sus oídos se sensibilizaron al más mínimo sonido más y su agitada respiración.
Con mano temblorosa encendió la luz y se quedó allí, sentada, con las manos en su pecho. Poco a poco fue recuperando la calma, la claridad ponía cada cosa en su sitio, lo conocido, lo habitual.
Respiró hondo, aún el sonido resonaba en su subconsciente, sin saber si fue real o solo un sueño, una pesadilla.
No se animaba a bajar los pies de la cama, el miedo perduraba pues el ruido, real o soñado, venía justamente desde debajo de su lecho; estaba paralizada, inmóvil, temía moverse y volver a sentirlo. Alzó la almohada y lentamente se recostó atenta a cada sonido, pero solo el tic-tac del reloj y su respiración se oía allí. Extendió la mano y tomó el vaso de agua que estaba en la mesilla de luz, pero justo en ese momento sintió el rasguido de algo bajo su cama. El vaso se le cayó de las manos y silenciosamente se derramó sobre la mullida alfombra.
Trató de calmarse y pensar coherentemente: tal vez un ratón o el gato. Pero recordó que lo había sacado antes de acostarse.
Recordó su sueño, ¿o no fue un sueño? Algo horrible se arrastraba allí debajo, un bulto sin formas que arañaba al moverse, un sonido como el rasgarse de una tela y el roce en el colchón movió su cuerpo, levantándola unos centímetros. Fue ahí que despertó… ¿Fue real o solo una pesadilla? El pánico la tenía estática.
Vivía sola. No tenía a quién pedir ayuda. Tenía el celular bajo su almohada, pero… ¿a quién llamar? ¿Qué explicación daría?
Miró el reloj, marcaba las 4.20 de la madrugada, faltaba mucho para que el día llegara y la tensión ponía rígidos sus músculos ¿qué hacer?
Tomó el celular y lo miró, marcó con mano temblorosa el 911 y lo llevó a su oído, pero justo cuando oyó la voz del otro lado, su cama se movió y un extraño quejido salió de debajo. Se le escapó un grito y el celular voló por el aire y cayó lejos, cerca de la ventana.
Se tiró al suelo y corrió hacia la puerta, la abrió de un tirón, salió y cerró con fuerza. La oscuridad se cernió sobre ella como un manto negro que parecía abrazarla; solo la delgada línea bajo la puerta dejaba ver la punta de sus pies.
Corrió hacia la sala y comenzó a encender todas las luces. Parecía poseída por el terror.
Se sirvió una copa de alcohol y la bebió de un sorbo. Corrió a la cocina y tomó un largo cuchillo, volvió a la sala mirando para todos lados, se acurrucó en un sillón temblando.
¿Qué le pasaba? ¿Qué estaba ocurriendo? Ya no distinguía el sueño de la realidad. Se pellizcó para ver si despertaba, pues aquello no podía ser real. Inútil.
Tenía frío, pero su cuerpo ardía en transpiración, su respiración agitada y sibilante le ardía en la garganta. En ese momento sintió que la puerta de su habitación se abría y algo se arrastraba hacia la sala y horrorizada vio aquel bulto amorfo avanzar hacia ella. Comenzó a gritar y gritar mientras aquello venía lento e inexorable, se le cayó el cuchillo y después ya no supo más nada…un millón de lucecitas explotó en su cabeza y se perdió en la oscuridad.
La encontraron dos días después extrañados de su ausencia al trabajo. Estaba en su cama, acurrucada en posición fetal. El médico explicó que había muerto de un infarto cerebral masivo. Un sueño dentro de una pesadilla del que nunca salió…
A veces los sueños matan, si no despiertas a tiempo.