Gladys Gil: Mágico

El otro día yo, extasiada, miraba la maravilla del paisaje. Un cielo azul, verdes praderas, sol luminoso, dorado y brillante, un río poco profundo salpicado de pequeñas pendientes y, en sus riberas, arbustos llenos de flores. ¡Cuántas cosas hermosas! Tantas que se hace imposible describirlas. ¡Ah! Me olvidaba de este parque con sus rústicos asientos de madera y pequeñas mesitas, donde apenas se podía apoyar un mate y un termo. Muy lindo césped recién cortado, cuyo aroma aún se podía oler y todavía húmedo del rocío de la noche anterior. La calma era total. Ni una leve brisa tocaba las hojas de los árboles que permanecían muy quietas, como en un cuadro. De la mano de su padre llegó un niño. Nadie los conocía. Ambos eran de estatura pequeña y complexión delgada. Sus rostros y sus vestimentas eran extraños, tan extraños que parecían recién escapados de un cuento. -Hola- saludó el más chico a una pequeña reunión de niños que se encontraba algo alejada de nuestro árbol donde también estaba mi hijo Tobías con su cometa colgada en el hombro. -Mirá, papá- dijo en ese momento Tobías-. Hay nubes y viento. Vamos a remontar la cometa. Y vuela, vuela, vuela la cometa. -Mirá, papá. ¡Está llegando a las nubes! -¿Viste qué hermosas son las nubes?- dijo el niño que recién había llegado. -Sí, quiero que mi cometa llegue hasta donde están. Voy a bajar una nube para que me traiga un pedacito de cielo. También un trocito de sol. ¡Qué lindo, papá! Al ratito se escucharon sus gritos: -Mirá: estoy trayendo una nube. ¡Ay! ¡Qué lindo! Le voy a pedir que haga llover. Ya se había nublado y de pronto comenzó a llover. Tobías soltó la nube y ella suavecito regresó al cielo. Dejó de llover y se descubrió el sol. La gente del parque se admiraba de tanta magia. Vieron nubes de algodón, nubes blancas y no tan blancas. Ovejas de nubes, árboles, pajaritos, palomas volando alrededor de la cometa. Tobías no daba crédito de lo que veía. ¡Era tanta la magia! Todas las personas imaginaron formas de nubes como mapas, ríos, mariposas, personas, casas… Y ese día cada uno veía lo que su corazón extrañaba. Sonrieron y admiraron a Tobías que con su cometa bajó del cielo toda la magia de ver y creer las formas de sus nubes.

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