Gladys Gil: Soy Kelly

Como cada mañana acompaño cada uno de tus movimientos y me acuesto a tus pies mientras tomás mate. De vez en cuando me tirás un pedacito de bizcocho. Comienzas a dar vueltas cerrando puertas y ventanas. Me llamás: «Kelly, vamos a destapar las plantas». Te acompaño, pero sé que llega el momento en que te despides y me dices que volverás enseguida. Me dejas la persiana un poco levantada así, al menos, controlo si alguien llega y me dices: «Bueno, enseguida vengo, voy a traer huesito». Pero no quiero huesito, quiero que te quedes y me mimes. Me pongo muy triste y, entonces, si te demoras, cada tanto, como una hoja de tus plantas. Pero no da resultado: igual te vas. Y lloro despacio. Nadie vendrá. Ya estoy sintiendo tu olor. Venís cerca. ¡Ay! ¡Qué alegría! Aguanté mis ganas de hacer pipí y tengo hambre. No fui a comer porque estaba vigilando la ventana y cuidando que nadie entre y corro y vuelvo a entrar y doy vueltas alrededor tuyo y me acaricias y para mí es el premio que estuve esperando por cuidar la casa y corro y vuelvo. Ya no te vayas. Vamos a comer. Tu comida huele rico y espero que comas y, bueno, llegó mi momento. La comida que esperaba, tu comida. Y luego me invitas: «Vamos a sentarnos al sol». Y me duermo a tus pies porque ahora te toca cuidar de mí.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *