Isabel Rodríguez Orlando: El último día

Hora 6
Le avisan que se prepare porque saldrá.
Pega un salto y empieza a vestirse. Tantos años esperando y hoy lo toma por sorpresa.
Recoge sus cosas lo más rápido que puede. Las ordena y las pone en el bolso. No son muchas.

Hora 7
Ya tiene todo pronto. Se sienta en lo que fue su cama durante los últimos años. Pone el bolso en las rodillas, afirma los codos en él y cierra los ojos apoyando su cara en las palmas de las manos.
Las piernas le tiemblan.
Piensa: ¿Cómo será la salida? ¿Me vendrán a buscar?
Su hijo le explicó –hace años, cuando era pequeño— que ómnibus debía tomar para ir a la casa donde se mudaron.
Cuando a él lo llevaron su hijo era un bebé. Ha crecido y él se ha perdido casi toda su infancia. Se perdió sus primeros pasos y sus primeras palabras. Nunca estuvo en su cumpleaños ni lo acompañó a la escuela. No le enseñó a andar en bicicleta y nunca lo vio nadar ni jugar al fútbol.

Hora 10
¿El guardia le dijo que salía o le dijo también que lo venían a buscar?
Su compañero de celda no sale. Él no sabe ni qué decirle. Además, no tiene ganas de hablar. Solo quiere pensar.
¿Cómo será ahora su vida? ¿Cómo será ahora su relación con su mujer? ¿Y con su hijo? Está seguro de que lo quiere mucho.
Todas las semanas le tenía pronto un juguete, de cartón, pero bien pintado, parecía que lo había comprado en la juguetería.
Y él se iba loco de contento.
—Trataré de recuperar el tiempo perdido —se dice.

Hora 11
Ha tenido tanta paciencia durante todos estos años, pero hoy se siente devorado por una inquietud que no puede controlar. Siente tanta ansiedad que no puede comprender cómo soportó tanto.

Hora 12
Le traen la comida. Ni la prueba. Ya pasó toda la mañana … piensa.
Se recuesta. Al levantarse pensó que nunca más se acostaría en ese camastro. Pero lo hace.
Le duele la cabeza. Tiene que calmarse y descansar. Le tiemblan las manos. ¡Cómo trabajaron esas manos!
Se sentía un artista con los pinceles y a un pedazo de madera lo convertía en una obra de arte.
Al menos eso le decían. Nunca imaginó que dentro de él había tanto potencial. Fue la forma de sentirse libre.
—Guardaré los pinceles—se dice—, quiero hacer otras cosas. Pero, ¿qué hare? ¿Me animaré a manejar? ¿Tendré miedo de andar por las calles llenas de gente?

Hora 14
Hace un esfuerzo por no pensar. Se adormece. Sueña que sigue preso. que está en el patio y que los guardias los llevan de nuevo a cada uno a su celda. Se despierta sobresaltado. Por un momento duda. ¿Cuál será el sueño? ¿Cuál la realidad? Ve el bolso hecho.
—Es verdad que hoy me voy. Pero ¿cuándo? ¿A qué hora? ¿Habré entendido bien?

Hora 17
Se hará más llevadera la espera con el mate y el cigarro.

Hora 19
Hace rato que se acabó el agua caliente y nada.
¿Pasará otra noche más? ¿Será otra forma de tortura’? ¿Una broma cruel?

Hora 22
Hace dieciséis horas que espera. Se abre la puerta de la celda.
—Vamos, apúrese. Su familia lo espera afuera.
—Hasta pronto, compañero.
Con su bolso al hombro cruza con paso ligero patios y portones sin mirar atrás.

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