José Luis Llugain: El rey de la casa

Soy Fito, el rey de la casa, y… ¡ni quién lo dude! Aquí vivo desde que me trajo Carlota siendo yo apenas un cachorro, así que no recuerdo a mi madre ni al resto de mi familia.
La casa no es muy grande, pero tiene un lindo jardín donde puedo correr, jugar y hasta dormir a la sombra del frondoso árbol que hay al fondo.
Carlota vive con su hermana, Julieta. Ambas llegaron a esta ciudad, una para trabajar y la otra para estudiar. Si bien Carlota es la que se encarga de mi comida, de bañarme y de llevarme al veterinario, yo prefiero a Julieta, ya que ella pasa mucho tiempo en la casa estudiando. Es más, duermo en su dormitorio. He percibido que Carlota está algo celosa por esa situación, pero así es la vida… ¡Yo elegí a Julieta como mi ama! Si Carlota hubiera estado más tiempo en la casa, tal vez otra hubiera sido mi elección.
Igualmente, yo la quiero a Carlota. Ella se preocupa por mí, me mima los pocos ratos que compartimos y me prepara una rica comida. Incluso, como soy algo glotón, a veces ella me da parte de su comida para calmar mis ansias, las cuales acompaño de fuertes aullidos. Reconozco ser un malcriado, pero así soy yo y así me acostumbraron.
Cuando llegan visitas a la casa, soy el centro de las reuniones: Fito para aquí…Fito para allá… A ver, Fito, tal cosa… A ver, tal otra… Me siento orgulloso de que me traten de esa manera y bien que les correspondo a todos con besos (algo baboseados, aclaro) y saltos (algo bruscos a veces). Pero nadie se molesta, todos me reconocen como el “rey de la casa”, a quien todo se le consiente.
En estos últimos meses no dejé de ser el único hombre de la casa, pero sí el único canino: llegó Rina a vivir con nosotros. Parece que Carlota y Julieta se pusieron de acuerdo con que era bueno para mí tener una compañera de juegos y de amores. Así que… ¡Bienvenida, Rina!
El inconveniente de su llegada es que ahora debo compartir con ella las atenciones que antes me daban en exclusiva las hermanas y sus amistades, lo cual me resulta algo desagradable, pero soy un buen caballero y me controlo.
Para alegría de Carlota, Rina la eligió como su ama, así que ambas duermen en el mismo dormitorio. Pero no por ello, Carlota se ha desentendido de mí. Ella es muy buena y me sigue cuidando como desde el primer día.
El colmo de mis celos contra Rina tuvo lugar cuando nos llevaron a una competencia canina y ella se llevó el primer lugar. ¡Qué mal me sentí! Jamás imaginé que esos malnacidos señores del jurado la fueran a premiar por sobre mí. ¡Qué tupé!
Pero, como buen caballero que soy, me guardo mis enojos y actúo como si nada hubiera ocurrido; aunque debo reconocer que, a veces, mientras jugamos y para desahogarme, le muerdo un poco más fuerte de lo normal, pero pasa desapercibido, como que fuera un involuntario mordisco.
En última instancia, siendo el hombre de la casa, debo cuidar de las tres. En especial de Rina, quien pronto será la madre de mis hijos. Veremos qué acontecerá entonces, porque deseo ser padre, pero juro que no me agrada la idea de tener un hijo varón. Yo quiero seguir siendo el único hombre en esta casa, continuar siendo “el rey de la casa”.

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