Marita Rossi: Nuestro amigo

Nuestro amigo era un perro grande de color amarillo, muy tímido y, en principio muy triste.
Tenía en sus ojos la decepción de no haber sido querido.
Lo encontró mi papá una mañana cuando estaba deambulando por la ruta.
Mi padre salía en las madrugadas a sacar los tarros de leche para que después el camión de Conaprole los cargara.
Allí fue que vio al perro acercársele como pidiéndole amparo. Lloraba lastimosamente.
Estaba muy flaco y desnutrido por lo que sintió pena y lo llevó con él.
Al levantarnos mi hermano y yo nos encontramos con el nuevo integrante de la familia que ya nuestros padres habían bañado y desgarrapatizado.
Queríamos jugar con él, pero, en principio, metía la cola entre las patas, se hacía un ovillo y se alejaba un poco de nosotros. Tenía miedo. Se veía que había sido maltratado.
Cuando le servíamos la comida, no comía hasta que no estaba solo.
Poco a poco fue recuperando su peso y su pelaje comenzó a mostrar su brillo.
Le pusimos por nombre Ayudante porque fue, en unos pocos días, el peón de mano de papá. Lo mandaba a buscar las vacas al campito y él salía feliz corriendo y con sus ladridos las arreaba hasta el corral.
También era nuestro compañero de juegos. Tirábamos la pelota y él corría a alcanzárnosla.
Un día inesperadamente papá falleció y el Ayudante, con tanta tristeza como nosotros, nos acompañó hasta el cementerio.
Pasaron los días y él había desaparecido hasta que el camposantero vino a decirnos que hacía una semana que el perro estaba echado con la cabeza entre sus patas al lado del panteón.
Fuimos a buscarlo y mamá le dijo:
—Vamos a casa, ahora tienes que cuidarnos a nosotros. Te necesitamos.
Y así fue: caminó despacio detrás de nosotros.
A partir de ese momento él se echaba en la puerta del frente por lo que dormíamos tranquilos. pues sabíamos que nuestro fiel amigo era un guardián que se volvía león por defendernos.
Cuando hacemos anécdotas de nuestra niñez, entre los recuerdos más queridos está el Ayudante por su lealtad a quien le dio un hogar y a quienes le acogieron con amor.
Él nos demostró con creces que valía la pena tenerlo con nosotros.

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