Martha Oguez: El olor preferido

Entrar en casa por la cocina era muy atrayente para mí, en especial a las cinco o más de la tarde.

El olor del café Águila (esa era su marca) invadía el lugar.

Aún sin probarlo era reconfortante.

Creo que el cambio se notaba en mi rostro y actitud.

Por fin, después de un largo día de trabajo, el aroma del café recién filtrado era una bendición.

Pasaron los años, la vida cambió. Ahora soy yo la que preparo mi café.

Lo hago en un filtro de tela, no en la moderna cafetera.

Pongo una cucharada mediana en el filtro y le echo el agua de la caldera.

¡Qué placer! Todos mis sentidos responden al estímulo.

Es placentero el olor, la suavidad e intensidad del líquido en mi boca.

Es tan bueno y estimulante. Poca azúcar.

Una medida adecuada en esos recipientes que heredé de las abuelas.

Tomar mi café es toda una ceremonia.

El perfume inunda mi alma y toda la habitación.

Pienso mejor y siento con más intensidad las cosas buenas de la vida y consuelo en las malas.

El café compartido es un placer añadido.

La conversación sobre una taza de café logra una intimidad superior a otras ocasiones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *