Nora García: Instante mágico

Nos habíamos levantado temprano aquel día de marzo.

No era un día cualquiera, era su primer día de clase, el día del comienzo de su segundo ciclo.

Él y yo estábamos ansiosos esperando este día.

Veníamos de un verano en el que sufrimos mucho, porque su sufrimiento me dolía.

El año anterior había terminado la escuela y fue en ese tiempo raro en el que navegaba entre las ganas de seguir siendo niño y la necesidad social de tener que dejarlo, que pasó el verano de ojos tristes.

¡Cómo hubiera deseado ser yo quien sufriera por él!

Y allí estábamos.

Era otra vez mi primera vez. Era el mismo patio con las mismas galerías, las mismas baldosas y las mismas plantas trepadoras que había treinta años atrás.

Llegamos muy juntos. Seguramente había muchos otros que esperaban al igual que nosotros, pero no los vimos.

Hasta que llegó quien nos daría la bienvenida.

Desde un lugar alto, casi como viniendo del cielo, comenzó su oratoria.

No fueron muchas sus palabras, pero fueron palabras sanadoras.

“…De a ratos tendrán ganas de seguir jugando…” dieron a mi amado hijo el permiso de seguir siendo niño por un rato más.

Sus ojos buscaron los míos y sus ojos verdes les hablaron a los míos. Fue un instante mágico. Nuestros ojos sonrieron, y vi en los de él de nuevo aquella luz tan suya y su alegría postergada y pude respirar profundo y con los ojos húmedos ahora de alegría lo dejé allí para comenzar este nuevo tramo de su vida.

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