El día comienza. Un perro cruza la calle. Se mueve ligero, no se detiene y se envuelve en la moto que conduce la joven. Ambos caen al suelo. Él sale pronto, todo lo rápido que puede con su cojera, producto del fuerte golpe. La chica quedó en el suelo y fue auxiliada por personas que pasaban por allí. Estaba lastimada. Pronto llegó la ambulancia y la llevó. Quedó la moto tirada y una mancha de sangre. Pronto la calle se despejó y todo siguió su curso. El animal callejero se oculta en un refugio que ya conoce y allí queda echado, lamiendo sus heridas. Como él viven muchos otros en las calles de la ciudad. Suelen juntarse y vagar por los barrios haciendo de las suyas, ladrando interminablemente en las noches, organizando peleas que asustan a niños y adultos. A veces encuentran personas que aman a los animales y consiguen algo para alimentarlos y otras los recogen para adoptarlos como mascotas. Esos son los afortunados del día. Vida perra la de los que tienen las calles como su sitio. Abandonados por las personas, no son culpables de su desamparo y su continuo vagar. Muerden ocasionalmente, lastiman, dan miedo y provocan accidentes. Sin cuidados ni caricias. ¡qué vida perra!
Martha Oguez: Vida perra
