Las tardecitas de aquella jovencita eran de ir aprender algo novedoso y también importante y útil. ¡Cómo le gustaba! deseaba la hora de estar puntual para poder lograr lo que jamás había hecho. Y así todos los días aquella mujer vecina y amiga iba a enseñarle cómo hilar en su rueca.
Tenía que lograrlo para ayudarle a ella misma en su trabajo.
Siempre jugó con las ovejitas y les acariciaba sus cuerpitos cubiertos de lana, pero nunca imaginó hacer de esas lanas tantos ovillos.
La joven en la rueca aprendió a hilar muy pronto y mientras iba hilando conversaban cosas que no lograba conversar con otros y era la mejor reunión de la tarde, con sus hijas, amigas y su esposo, todos en el comedor rodeando a la profesora que enseñaba con mucho placer.
Aquel olor a lana cruda era como estar con las propias ovejitas…
Cuántas madejas pasaron por sus manos en aquellos meses.
La rueca tenía marcada las manos y el vaivén el ritmo del cuerpo también jugaba un rol, el movimiento de sus piernas también ayudaban
Ahí quedaron cuentos, risas y grandes mateadas y aquella jovencita, pintaba sus sueños en la rueca.
Ya tenía la total aprobación de su maestra por su buen trabajo, pero un día tuvo que dejar la rueca cuando la profesora se tuvo que jubilar y cuánto la extrañó. Sin embargo, le dejó el aprendizaje del trabajo artesanal de hacer madejas de lana cruda con que las tejedoras de “Manos del Uruguay” hacían bonitas prendas de ropas de lana.
Sus madejas quedaron también en aquel tiempo convertidas en prendas de abrigo por las manos de quien tejió con esos ovillos de aprendizaje, el primer paso a la manufactura de un textil.
La joven de la rueca era yo y Luz, esa gran mujer luchadora, fue quien, uniendo sus manos a las mías y con la rueca, hilamos lana y más lana, madeja tras madeja, transformando la ropa hermosa de las ovejas.
La joven de la rueca siempre estará presente en mi recuerdo de esa mujer que me mostró con su optimismo otro modo de continuar la vida: “si se corta, no te detengas. Une sigue uniendo, así como la vida continúa”.
Rueca y sueños, vamos hilando nuestro tiempo en una madeja de final incierto.
Milba Perdomo: La joven de la rueca
