Teresita Rodríguez: La espera

Llegaste en el verano de 1975.
A partir de ese momento la casa se llenó de alegría. La vida me convirtió otra vez en mamá.
Eras un pequeñito de ojos claros, tu carita como un terciopelo suave, tus manos se apretaban en mi pecho mientras te arrullaba y quedabas dormido en mis brazos.
Así fuiste creciendo entre juegos y risas con tus hermanas y llegó el momento de ir a la escuela y nos diste un susto cuando te perdiste de tus hermanas y no subiste al ómnibus. Fueron horas de mucha angustia hasta que regresaste en una camioneta municipal. Te abrazaste a mí y después no querías regresar a la escuela. Tuve que acompañarte toda una semana para que perdieras el miedo.
Terminaste la primaria y elegiste la escuela agraria. Allí disfrutaste un año de tus estudios, pero el destino te tenía preparado otro camino. ¡Esas sorpresas que nos da la vida! Una tarde saliste de casa y no pudiste regresar.
Hoy ni te tengo ni te olvido. Pero tengo fe y sé que algún día volveremos a estar juntos y felices para siempre.

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